Apreciable hermano/a:
Que la paz y el amor de Jesús este contigo. Este cariñoso saludo y estas pocas líneas son para despertar en ti el deseo de buscar al señor. Cualquiera diría: «pero si yo estoy bien», eso no es para mí.
Pero… ¿has analizado a conciencia ¿cuántos errores y faltas has cometido en el transcurrir de tu vida?, ¿has llevado hasta donde se puede una vida cristiana?, ¿has sido un buen hijo o hija, un buen esposo/a, un buen padre o madre?
Claro que nadie es santo, pero si tu llegaras a conocerlo, te darás cuenta de lo bello y misericordioso que es el señor. El cambiará al estar cerca de ti, muchas actitudes malas que tienes, el bendecirá tu hogar, tu familia, tu trabajo, tu economía.
No creas que con solo el hecho de encomendarte a Dios o de asistir como una costumbre tradicional la misa dominical, «es suficiente». No hermano, se nos enseño que fuimos creados para «conocer, amar y servir a dios», entonces ¿cómo vamos a conocerle si no lo buscamos, si no escuchamos su palabra, si no leemos sus enseñanzas?, ¿cómo vamos a amarle si tenemos en nuestra mente la imagen de un Dios que castiga, de un juez implacable, no del padre amorosos y misericordioso que se preocupa por nosotros?, de un Dios que nos regaló la vida, unos padres amorosos, una juventud alegre, estudios, un trabajo, una linda familia, un bonito hogar y tantas cosas que día a día recibimos; y mucho menos vamos a querer servirle si carecemos del conocimiento de lo que él quiere de nosotros. Sí como consecuencia de no conocerle bien no le amamos con agradecimiento, con reconocimiento y sobre todas las cosas.
Muchos hermanos temen que, al buscar al señor, tienen que apartarse de la vida social, amigos, reuniones, etc., y no es así, solo que uno se cuida de ser más mesurado en todas sus actitudes por convicción.
Cuando uno le conoce, él le bendice, le ayuda y le da discernimiento para aprender a valorar la vida, caminar recto hasta donde se pueda, aceptar al prójimo como es, a sobre llevar las penas, enfermedades, tos problemas, a compartir con los más necesitados, a ser más ecuánime y cariñoso con el hermano, más con la familia, a cambiar ese mal carácter que a veces tanto daño hace.
Recuerda que Jesús para salvarnos tuvo que aceptar ser prisionero, lo encadenaron, lo latigaron, lo torturaron, lo lastimaron, lo escupieron, lo coronaron con espinas, posteriormente lo hicieron cargar esa enorme cruz y después lo crucificaron, y murió clamando por el perdón de todos nosotros.
Según los estudiosos han determinado que es la muerte más dolorosa que puedes imaginar. Hermano/a, por eso no esperes a que te llegue una prueba dura para acordarte de Dios. Como dice una persona que ahora da su testimonio en todas partes
«¿por qué tuve que esperar a que me diera cáncer en la garganta para buscar al Señor?»
¿No crees que nosotros deberíamos de retribuirle a Jesús después de todo lo que nos da, ofreciéndole nuestro cambio de vida, actitud, vicios, etc., buscando donde escuchar su palabra, recibiendo periódicamente la eucaristía después de una buena confesión, llevando una vida cristiana como Dios quiere y nos transmitió a través de sus mandamientos y enseñanzas?, para que así el día que el señor nos llame, estemos en paz con él y no tengamos que arrepentirnos de no haber atendido su llamado.
Tu amigo, Rolando Ruiz Mont.